Las aguas nacen en la desembocadura
para terminar en lo alto del monte.
Los petirrojos son ahora buitres
que se alimentan del resto de mi alma,
que en soledad ha muerto.
Las nieves se han olvidado de los fríos inviernos
y acuden al calor del verano,
las hojas caídas en aquel parque
ya no son las del otoño,
sino las de la primavera
que ha regalado sus días.
En la noches de luna llena
se han dejado de celebrar cenas
y el hombro-lobo ha desaparecido,
los no-muertos se dejan ver a la luz
y no hay huellas de colmillos en jóvenes cuellos.
Todo sigue igual,
del revés.
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