
Le sentía cada vez más
cerca. Le estaba dando demasiado rápido a mi imaginación. Ya quería
tenerle tan cerca, que todo fuera rápido. Pero me cogió las manos y la fue
pasando por su cuerpo despacio. Desde sus hombros, me fue bajando por sus
brazos; sus bíceps, sus tríceps y sus venas...
Dios, cómo se marcaban aquellas
venas en esos antebrazos.
No se había desnudado. Pero
podía, a través de la camiseta, sentir su pecho, duro, tan fuerte que sólo
podía pensar cuánto había mejorado en todo este tiempo. En cuánto me gustaba
que me cogiera y me guiara. Y que aquellas manos me pararan, me susurran que me
quedará quieta, tranquila.
- Sin prisas. Hoy hay tiempo.
- Déjame hacerte
yo.
Y de repente fui notando su
olor más cerca. Sus dedos se habían quedado en mis labios mientras con la otra
mano me cogía por la cintura y me atraía hacía sí.
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